Editorial
Para los cristianos toda pobreza se fundamenta en Jesús, quien “era de condición divina, y no retuvo esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo y haciéndose semejante a los hombres y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte, y muerte de Cruz…” (Fil 2, 6-8).
Jesús es el pobre por antonomasia, quien en su anonadamiento o kenosis todo lo recibe conscientemente del Padre en el Espíritu (vida, voluntad, misión, obras, palabra), y lo devuelve en acción de gracias, viviendo y traduciendo la proexistencia trinitaria en su vida terrena. Con el anuncio del amor y del perdón de Dios, hasta el supremo anonadamiento de la muerte, como víctima universal y perdonante, junto a la posterior y decisiva resurrección.
Los santos más patentemente pobres: María, Francisco, Bernardo, Martín de Porres, Felipe Neri, Ignacio de Loyola, Carlos de Foucauld, Don Orione, Teresa de Calcuta, por ej., muestran palpablemente este descenso anonadado que refleja como en un espejo el centro de lo cristiano, en seguimiento del Señor.
Aunque sea poco frecuente en un editorial, lo invitamos, lector, a compartir una oración.
Los pobres y la tierra están clamando:
Señor, tómanos a nosotros con tu poder y tu luz,
para proteger toda vida,
para preparar un futuro mejor,
para que venga tu Reino
de justicia, de paz, de amor y de hermosura.
Alabado seas.
Amén
Con este clamor termina Laudato si’, la Encíclica publicada en Pentecostés de este año. Hasta la hermana madre tierra clama hoy al Señor. ¿Quién de nosotros no puede unirse a la oración en que el Papa parece tomarnos de la mano y acompañarnos a pedir “Señor, tómanos a nosotros con tu poder y tu luz”? ¿Quién de nosotros no está necesitado de ese poder y esa luz?
La oración pedía:
Dios de amor,
muéstranos nuestro lugar en este mundo
como instrumentos de tu cariño
por todos los seres de esta tierra,
porque ninguno de ellos está olvidado ante ti.
Ilumina a los dueños del poder y del dinero
para que se guarden del pecado de la indiferencia,
amen el bien común, promuevan a los débiles,
y cuiden este mundo que habitamos.
¿Quiénes son hoy los dueños del poder y del dinero? De la pregunta por el dinero cada uno sabe la respuesta cada uno sabe la respuesta.
¿De qué poder somos dueños? Con Guardini, podríamos contestar que somos dueños del poder de actualizar las cosas que se nos dan en potencia; en esto consiste la libertad. Todos tenemos algún poder y alguna libertad, y entonces cierta responsabilidad. Pero hace falta escuchar el clamor de los más débiles, dejarnos afectar por él:
Cuando no se reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de una persona con discapacidad –por poner sólo algunos ejemplos–, difícilmente se escucharán los gritos de la misma naturaleza. Todo está conectado. Laudato si’ 117
Esta escucha se hace carne en nosotros cuando se nos estremecen las entrañas ante el dolor ajeno, decía la Encíclica. ¿Qué les duele a los pobres?, podríamos preguntarnos; les duelen las carencias de lo necesario. La primera necesidad humana es la de ser amado. Para eso estamos hechos. De allí la llamada a preparar el camino del Señor, a allanar los senderos (Mc 1, 3), porque Él nos amó primero. Eso es lo que pone en pie una vida, lo que le da valor, dignidad. Yo reconozco en mí que el motor para amar es que El me amó primero con su Amor y que lo reconozco pobre y necesitado de mi amor en el prójimo.)
Las demás necesidades humanas se pueden ver abriendo el abanico de la relacionalidad, por un lado y mirando el eje personal, por otro.
La relacionalidad es como un polo del ser humano; desde ese polo se abren los meridianos de la relación con Dios, con los demás, con el mundo. Las necesidades en la relación con los demás y con nuestra casa común, el mundo, se pueden plantear como derechos. Pese a que sea necesario para nosotros ser amados por Dios, no hace falta plantearlos como un derecho por varios motivos; el principal es que ese amor nunca nos falta y es gratuito, no hemos hecho nada por merecerlo, es el amor primero.
El otro polo es el del sí mismo y nuestro lugar en este mundo. Desde aquí se abren los meridianos del cuerpo, del alma y del espíritu. En cada uno de esos ámbitos hay necesidades; en la medida en que esas necesidades no son satisfechas hay carencias, privaciones, pobrezas.
Los dos polos están conectados, por supuesto. Están conectados en el tiempo, en la historia y –opina Guardini- más allá de la historia. Cuando las carencias afectan la relación con los demás se producen situaciones de injusticia que a veces sólo pueden ser solucionadas por la misericordia humana, que es imagen de la divina.
¿Quiénes somos los pobres? Los necesitados de misericordia. Que todos estamos necesitados de su misericordia nos hace al mismo tiempo más hermanos en el barrio, en mi ciudad y en el mundo. Por eso el Papa Francisco propone que la Iglesia se centre en la misericordia, que es el amor de Dios. Ésta será la clave de la convocatoria que hizo para 2016.
Ofrecemos a continuación el índice del número
El espíritu de pobreza en la vida monástica…………… Eduardo Gowland
Misión y Kénosis………………………………………. Gisbert Greshake
Abordando el misterio del Pobre………………………. Juan Pablo Liébana
El mundo de los pobres es un lugar donde me gusta ir….Sebastián Sury
El cuidado de los pobres……………………………….. Cecilia Vazquez Ger
Patro y la Arquitectura…………………………………..Jean-Robert Armogathe
Metafísica del ser en von Baltasar…………………….. R. Casadesus