Editorial

 

Ya no habrá tiempo (Ap 10,6)

 

El tiempo suele pensarse como un largo y misterioso río. El continuo flujo de instantes, sensaciones y anhelos no da tregua. Prolongando la imagen, la escatología podría ser el mar en el que ese inmenso caudal encuentra finalmente sosiego.

 

Sin embargo, el asunto también puede pensarse de modo inverso. Pues en Cristo el Eterno ha ingresado en la historia inaugurando así la plenitud de los tiempos (Mc 1,15; Ga 4,4). El ansia de consumación propia de lo efímero se encuentra de golpe gratamente sorprendido por una anticipación de lo alto. De este modo, gracias a la “visita de Dios” (Lc 1,68), la expectativa humana recibe una pregustación de las realidades últimas.

 

El cristiano vive como nadie la tensión entre lo transitorio y lo definitivo. Para decirlo con una fórmula que se ha vuelto clásica: la redención es ya pero todavía no. Estamos salvados sí, pero en esperanza (Rm 8,24). “Ahora somos hijos de Dios pero todavía no se ha manifestado lo que seremos” (1 Jn 3,2). Por tanto, será feliz quien logre aceptar con sabiduría las deficiencias del hoy, no por un conformismo mediocre, sino por la certeza de la consumación en Cristo, que no es totalmente futura sino que ya está presente y operante entre nosotros (2 Co 5,17).

 

Esa tensión confiere a nuestra existencia un singular dramatismo. San Pablo, por caso, lo describe en términos de un parto cósmico (Rm 8,18-27). De momento gemimos desgarrados por los sufrimientos pero vislumbrando ya la nueva creación. Estamos a media luz, como en la aurora, ese momento tan particular que, propiamente, no es noche ni día. Pero igual hacemos fiesta, pues por más incipiente que sea, la novedad de Jesús rompe la triste monotonía de un mundo sin más allá. Entonces podemos serenarnos y tomar distancia del hastío que atestigua el Eclesiastés: “Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena… Todas las cosas cansan… Lo que fue, eso será; lo que se hizo, eso se hará. Nada nuevo hay bajo el sol” (Ecl 1,7-9).

 

¿Por qué es importante pensar el tiempo y la escatología? Porque el tiempo no es sólo el marco de nuestra existencia sino, en cierto sentido, nuestra existencia misma. Es la propia identidad la que está en juego. “El tiempo no corre fuera de ti, tú no nadas sobre él como un tronco, el tiempo fluye atravesándote, tú mismo estás en el río (…) Tú eres el río” (H. U. von Balthasar). “Somos el río que invocaste, Heráclito. Somos el tiempo” (J. L. Borges). En cada hora que pasa se va algo de nosotros mismos, algo que sentimos como una pérdida irremediable. Por eso la nostalgia es parte de la vida. La fe, sin embargo, nos presenta un horizonte de eternidad. “El amor no pasará jamás” (1 Co 13,8).

 

La esperanza en la vida futura no nos aliena. Más bien todo lo contrario. Somos peregrinos pero comprometidos en la historia. Somos sembradores dispuestos a trabajar por un mañana mejor, no sólo por el bien de las generaciones venideras sino por el gozo de ser protagonistas de un cielo nuevo y una tierra nueva (Ap 21,1).

“Todos los frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo, después de haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y trasfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal” (Gaudium et spes 39).

 

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 Presentamos entonces nuestro segundo cuaderno del año sobre «Tiempo y escatología». En primer lugar Nostalgia de Dostoievski, por la prof. Marisa Mosto, de la Faculta de Filosofía y Letras de la Universidad Católica Argentina. Luego Knut Backhaus, de la Facultad de Teología Católica de la Universidad de Manchen, escribe Para que el día no os sorprenda como un ladrón, e I. Žižić publica un artículo sobre La oración cristiana y el tiempo (en Rosenzweig, Bonhöffer y Casel). Siguiendo los diálogos Communio, de años anteriores, publicamos una conversación en torno al Más allá hoy. Luego Mons. Peter Henrici, obispo emérito de Chur, de la edición alemana de Communio, escribe una meditación filosófica sobre El presente es decisivo y el P. Alberto Espezel, de la Communio argentina, publica Historia personal y escatología en clave balthasariana. Luis Baliña escribe sobre Tiempo y Espacio en el Papa Francisco y Matías Barboza reflexiona sobre El tiempo y los jóvenes.

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