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El estilo de Aparecida y el Cardenal Bergoglio

Por Victor Manuel Fernandez

La alegría que se respira en el documento de Aparecida es como la floración de algo nuevo. ¿Cómo es eso nuevo?

 

Es verdad, la alegría no es sólo una palabra que aparece con frecuencia sino un tono del documento que comenzó a aparecer en el acontecimiento de la V Conferencia. Pero creo que hay que asociarla a la palabra “vida” que es la que más se repite en el documento (más de 600 veces). Cuando el Evangelio y la propuesta de la Iglesia se entienden como una comunicación de vida, la consecuencia espontánea es la alegría. Creo que eso es lo nuevo: más que un elenco de doctrinas y normas, estamos en un ámbito donde se ofrece la vida nueva y su crecimiento.

 

¿Cuál fue el aporte del Cardenal Bergoglio a ese nuevo clima de alegría?

 

La V Conferencia era un desafío para el Cardenal Bergoglio. Él tenía conciencia de que a partir de Santo Domingo, donde el clima no había sido de amplia libertad y participación, estas Conferencias podían desaparecer. Con ellas, desaparecería también esta consciencia feliz y estimulante de una Iglesia latinoamericana que había brillado en Medellín y Puebla. Sabemos que Bergoglio ama la figura del poliedro, donde la unidad universal mantiene las riquezas particulares y necesita de ellas, a diferencia de la esfera, donde esas particularidades desaparecen. Por eso, el hecho de que, desde Europa, no se valorara la riqueza local, la creatividad y los valores propios, y no se alentara su libre desarrollo, era un daño para toda la Iglesia. Bergoglio supo dar nueva vida a este sueño, y lo alentó también creando un ambiente de intensa participación.

 

¿El nuevo clima es una nueva hermenéutica que intenta vetera novis augere? ¿Desde dónde germinó?

 

Me parece muy adecuada la pregunta, porque este clima o tono nuevo de Aparecida de ningún modo pretendía ser un avance progresista o una renuncia a las riquezas de la tradición católica. Se respiraba un profundo amor a la Iglesia y un deseo de fidelidad. Se escuchó con atención y cariño el discurso inaugural del Santo Padre. Más bien digamos que lo que se quería era una vez más volver a las fuentes, que son las fuentes del Evangelio que fecundó a la Iglesia durante siglos.

 

Estudiando el Concilio, Peter Hünermann hablaba de una plusvalía neumatológica. ¿Se puede ver algo semejante en Aparecida?

 

Creo que sí. Por una parte –como muchos destacan– el documento se detiene a hablar de espiritualidad, y de una espiritualidad que es precisamente el dinamismo misionero, comunicativo, que imprime el Espíritu (DA 284-285). El gran tema pneumatológico de Aparecida es la misión a la cual el Espíritu nos impulsa. Es el llamado a salir de sí, evitando una Iglesia auto referencial, tema tan desarrollado por Bergoglio en sus homilías.

 

¿Cómo plantea Aparecida las cruces que llevan los pueblos de América Latina?

 

También es una buena pregunta. Porque hablar de vida y de alegría puede sonar un cliché superficial, proveniente de personas que subsisten cómodas en su buen pasar económico y en sus casas bien aseguradas. En Aparecida es la alegría del Espíritu y la vida que él comunica, las cuales pueden ser también patrimonio de los pobres y sufrientes. Por otra parte, el documento reasume con fuerzas la opción preferencial por los pobres con sus cruces. El capítulo 8 de Aparecida desarrolla bellamente el sentido social de la fe y cómo se entiende eso en América Latina.

 

¿Cómo puedo anunciar la resurrección a pesar del escándalo de mis pecados?

 

En la preparación previa a la V Conferencia se ponía el acento en el discipulado. A mi juicio, campeaba una idea demasiado idealista de un discípulo puro, perfecto, que sólo siendo plenamente fiel al Evangelio podía ser misionero. En Aparecida el acento en la misión se fue haciendo más fuerte, cosa que contaba con un fuerte apoyo de Bergoglio. Vino bien la expresión de Benedicto XVI en su discurso: “discipulado y misión son dos caras de la misma moneda”. Por eso en Aparecida se dice expresamente: “La misión es inseparable del discipulado, por lo cual no debe entenderse como una etapa posterior a la formación, aunque se la realice de diversas maneras de acuerdo a la propia vocación y al momento de la maduración humana y cristiana en que se encuentre la persona” (DA 277e). Entonces, el mensaje que se transmite a los cristianos es el siguiente: No hace falta que seas perfecto para que tengas entusiasmo misionero. No hace falta que seas impecable o que no caigas nunca para poder llevar a Jesús a los demás. Sólo hace falta que reconozcas humildemente tu fragilidad, y tengas la seguridad de que Dios te ama, de que Jesús te ha salvado, de que su amor tiene siempre la última palabra, y de que con él todo va a terminar bien. Aunque no seas perfecto, tu corazón sabe que no es lo mismo la vida sin él.  Entonces eso que has descubierto, eso que te ayuda a vivir y que te da una esperanza, eso es lo que necesitas comunicar a los otros. Por eso, que tu imperfección no sea una excusa. Al contrario, la misión será un estímulo constante para no quedarte en la mediocridad y para seguir creciendo. Los que reciban tu mensaje deberían poder percibir que quieres seguir creciendo. Entregándote a la misión se fortalecerá tu deseo de madurar y de entregarte más.

 

 

Ponerle el oído al pueblo significa que el pueblo tiene voz. ¿Cuál es la percepción que tiene Francisco de las ovejas, siendo un “pastor con olor a oveja”?

 

Este tema, presente en Aparecida, es una de las cuestiones más características del pensamiento pastoral del cardenal Bergoglio. La Iglesia es el pueblo de Dios, todo el pueblo de Dios. Allí los pobres son también sujetos, activos y creativos, con voz y sabiduría propia. Por eso le interesaba tanto la parte referida a la piedad popular. Pero además está la invitación dirigida a los pastores para que se vuelvan más cercanos, atentos a esa sabiduría. Esto es porque Cristo se identificó con ellos, vive y actúa en ellos: “La misma adhesión a Jesucristo es la que nos hace amigos de los pobres y solidarios con su destino” (DA 257). Hay un párrafo de Aparecida, referido a los pobres, que marca la diferencia en cuanto a un estilo de opción por los pobres que debe implicar una cercanía real: Se nos pide dedicar tiempo a los pobres, prestarles una amable atención, escucharlos con interés … Sólo la cercanía que nos hace amigos nos permite apreciar profundamente los valores de los pobres de hoy, sus legítimos anhelos y su modo propio de vivir la fe. La opción por los pobres debe conducirnos a la amistad con los pobres. Día a día, los pobres se hacen sujetos de la evangelización y de la promoción humana integral: educan a sus hijos en la fe, viven una constante solidaridad entre parientes y vecinos, buscan constantemente a Dios y dan vida al peregrinar de la Iglesia. A la luz del Evangelio reconocemos su inmensa dignidad y su valor sagrado a los ojos de Cristo, pobre como ellos y excluido entre ellos. Desde esta experiencia creyente, compartiremos con ellos la defensa de sus derechos” (DA 397-398).

Si lo miramos bien, esto implica una inmensa valoración del lugar de los laicos en la Iglesia, porque cuando Bergoglio insiste en el pueblo de Dios está pensando en esos tantos laicos que expresan y transmiten la fe a su manera, guiados por el Espíritu. Por supuesto que eso no excluye ni desprecia la guía de los pastores, pero es un planteo eminentemente laical. En ese conjunto estarán también los laicos que asumen funciones y ministerios dentro de la Iglesia, o los que asumen compromisos más políticos, pero todos son importantes.

 

¿Una última palabra sobre el Cardenal Bergoglio y Aparecida?

 

Creo que gracias a su tarea, orientando y a la vez buscando consensos y amplia participación, se cumplió el objetivo de presentar la actividad evangelizadora como una oferta de vida digna y plena para la gente. El documento insiste mucho en una misión alegre y generosa, que llegue a las periferias y que ponga el acento en las verdades centrales y más bellas del Evangelio, sobre todo en la persona de Jesucristo. Invita a crecer como discípulos humildes y disponibles, amigos de los pobres y enamorados de nuestros pueblos latinoamericanos. El lenguaje y los acentos de Bergoglio están por todas partes, sin que el documento deje de ser una auténtica obra colectiva.  Cuando la presidenta Cristina lo visitó en el Vaticano, él le entregó un ejemplar de Aparecida recomendándole que lo leyera para comprender mejor el pensamiento de los obispos latinoamericanos. Eso no deja de ser una exhortación para todos nosotros, en orden a recuperar Aparecida con su llamado a ser discípulos misioneros para hacer crecer la vida digna de nuestro pueblo.

 

 

Víctor Manuel Fernández

 

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